lunes, 11 de mayo de 2009

Historia de la Copla.

Es la Copla el fruto de la sublime evolución del Arte musical español, enraizado en el sentimiento popular como propio.

Un sentimiento con lágrimas y risas bordadas con acordes, versos y giros de voz a ritmo de guitarras, palillos, pianos o trompetas.



Género artístico que hunde sus raíces en el verso popular, históricamente eterno, desde lo antiguos rapsodas, los juglares medievales, o los artistas de corrales de la Edad Moderna, que en la contemporaneidad ya pasada de nuestro presente, en el que persisten, se convirtieron en divas y divos, que sucedieron las diferentes formas de decir o cantar los sucesos románticos (en el más amplio y artístico sentido de la palabra).

Y fusionándose tendencias tan dispares como la alegre Tonadilla y el elegante Cuplé, nace la Copla, con el trascendente llanto gitano y andaluz, que es el Flamenco, creado de otros llantos también fusionados desde el oriente moro y caucásico en el siglo XVII. Desde las minas profundas de Sierra Morena o las descubiertas de Huelva, a los olivares de Jaén y los barrios de Sevilla, junto al río Guadalquivir y su paso por los pueblos y aldeas de Andalucía, mezclándose con los aires gaditanos y malagueños, empapando en general el Flamenco, de un rico y puro sabor a Andalucía.


Y esta amalgama de sangre y raíces, este invento de tendencias que se entraman y alargan sus ramas por la geografía de esta tierra (en un día llamada "Piel de Toro") que es España, se puso de manifiesto la voz y el personal e intransferible estilo -que intenta igualar su heredera, Concha Márquez Piquer- de una nacida en tierras de Valencia, que con la indiscutible ayuda y devoción de una Tríada que en la Copla es sagrada, Quintero, León y Quiroga, que crearon el Hilo de Ariadna para que se manifestara la primera Copla en el arte de la cupletista Concha Piquer, que hizo del género algo definitivo como auténticos suspiros de los españoles de dentro y fuera de nuestras fronteras: Suspiros de España.


Sucesores de esta Tríada gloriosa de maestros fue otro trío famoso: Ochaíta, Valerio y Solano. En total los seis nombres más importantes entre los autores de Copla de la Historia (existiendo también otros con gran éxito y mérito como para destacar).

Una Copla que, a pesar de beber de otras tendencias, sonaba en un principio todavía a Cuplé y a teatro engalanado. Fueron otros los que llevaron esta moda tan elitista a los patios de vecinas, a los campos de labriegos y a los barrios de obreros, e igualaban musicalmente los palacios con las chozas.

Aquí entra una reina del género, Juana Reina, del barrio sevillano de la Macarena. Reina del cante popular, con una escenificación perfecta con que llenar los escenarios, unida a su voz potente y quebrada.
Pero debían despertar esas simientes flamencas, que llevaba la Copla intrínsicamente desde su creación por Doña Concha Piquer, para permitir al hombre ibérico cantarla, contarla y sentirla suya.

Hasta entonces había hombres que la acariciaban y la poseían, pero no sin cierta o exagerada escenificación, desairada y afeminada, disculpándolo o no, por su arte: Miguel de Molina, contemporáneo en esos años cuarenta de la posguerra de divas emergidas del Cuplé, como Imperio Argentina o Estrellita Castro entre las más grandes. Había otros artistas masculinos exiliados por la guerra como Antonio Mairena o Angelillo, que evolucionó del flamenco a algo más cercano al Bolero español, como subgénero de la Copla.

Y cuando en una agonía, que no era la que ellos cantaban, sino otra diferente, la de los lamentos ahogados que los flamencos de pura cepa reunidos sentían al ver que sus patios de butacas se encontraban cada vez más vacíos, frente a los teatros a rebosar por todo el mundo de la Piquer, con sus Coplas, éstos encogieron su llanto, pero no su grito, y con él puesto por sombrero -cordobés- entonaron la tonadillera Copla española, no sin argumentar el perfeccionamiento de su arte flamenco.

Juanito Valderrama, también compositor de muchos de sus éxitos, con una larga y prolífica carrera, que le convierten en el Rey de los cantes libres, desde la muerte de su admirado Pepe Marchena, y con un estilo nunca igualado, quizá sí aproximado en su tonalidad de voz por su contemporáneo Niño de Utrera, pero no superado. Antonio Molina, con un estilo único basado en la profunda agonía de su grito eternamente largo y agudo, que le hace un paradigma dentro del cante flamenco libre. Y Rafael Farina, un flamenco puro, gitano de Salamanca, que a ritmo de pasodoble consiguió ser un referente de muchos artistas posteriores y convertirse en uno de los grandes de la Copla.

FUENTE:http://www.manoloescobar.net/lacopla/historia/index.htm

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